domingo, 3 de enero de 2016

Gerda Wegener: La Transgresora - GALERÍA: Gerda Wegener. Pinturas e Ilustraciones




Quizás sea en el ámbito de lo sexual, en relación al erotismo,
 donde se dé una de las mayores perplejidades del ser humano.
La naturaleza utiliza el sexo como medio para perpetuar las especies,
pero el hombre es, que sepamos, el único ser que lo utiliza para otro fin:
como medio para alcanzar una satisfacción física y psíquica
que es tanto más profunda e intensa cuanto más nos hurta de lo efímero,
tanto más eterna cuanto más la sentimos ajena a lo temporal.
Y es su eternidad la del que se ve arrojado fuera de sí,
derramado en el otro, liberado así por un momento
de lo que en uno es caduco —el cuerpo, la materia— para sentirse flotar
sólo en sentimiento satisfecho, más allá del cuerpo propio,
enajenado ahora en otro cuerpo, conquistador etéreo de sus límites.
Reflexiones desde la carne. Héctor Amado

La Transgresora

.....Cuando la conocí posiblemente fuera una de las personas más amorales que un ser humano de bien pudiera imaginarse. Y digo amoral con todo el sentido y el significado que dicho término posee, pues en la naturaleza de Greta, como descubriría muy pronto, no había el menor atisbo de una consideración moral de la existencia. Actuaba siguiendo el impulso infalible de su deseo. En eso —solía decir ella con media sonrisa que helaba la sangre— consistía la lucha por la vida. Eso significaba estar vivo. Y quien no lo viera así estaba condenado a ser un súbdito o una víctima. Ella, obviamente, se consideraba una aristócrata, un miembro de lo más selecto de la especie, una elegida: alguien a quien había que servir, y a quien le era lícito servirse de los demás, de todo lo demás. Para su libertina conciencia, la moral no era sino una serie de normas que coartaban el natural desarrollo de la rica personalidad humana atesorada por eones de evolución. Si el hombre (o, más propiamente en su caso, la mujer) estaba en lo más alto del escalafón evolutivo, debía hacer honor a este logro conseguido a base miles de años de actuar con su entorno y sus congéneres sin compasión alguna.

.....La moral era debilitante. Aunque había servido —eso hasta ella misma lo reconocía— para lograr la  suficiente cohesión social como para hacer posible la cohabitación en grandes grupos sedentarios conformando núcleos urbanos y prósperas comunidades. Pero ella —eso también lo sabía— apuntaba que la moral era la argamasa con la que los poderosos, aquellos que perfectamente podían prescindir de toda norma, consolidaban los cimientos de su bienestar. Los poderosos —los verdaderos especímenes aristocráticos del género humano, a su parecer— habrían creado la moral para esclavizar la conciencia de sus súbditos, de sus servidores. Así no tenían que molestarse en aferrarlos con cadenas o usar el látigo para que les sirvieran, lo harían como consecuencia lógica de su imperativo moral: el bien común (que, al fin y a la postre, no desembocaba sino en el bien propio de los poderosos que tal estratagema habrían urdido). Oh, sí, éstos, los súbditos, los sirvientes, en definitiva los esclavos, recibían a cambio unas migajas de bienestar en forma bienes de consumo, de tranquilidad de espíritu, de obediencia debida y de servil satisfacción por el trabajo bien hecho. ¡Trabajo! ¡Ja! Un espíritu aristocrático, tal y como ella lo concebía, debía ser por naturaleza refractario al trabajo. Un buen aristócrata debía vivir del trabajo de los demás. Siendo la mayor maldición del ser humano, en esa moral taimadamente impuesta por los poderoso a los espíritus serviles, el trabajo ocupaba el centro de las bendiciones. El trabajo dignifica, solía decirse —solía subrayar la moral social—, y así se conseguía la adscripción voluntaria (e interna, como un imperativo categórico incrustado en la conciencia) del trabajador a su propio yugo. Pero el verdadero aristócrata, el dominador de los subyugados, no debía realizar más trabajo que el que se tomaba para llevar a cabo sus deseos y satisfacer sus ambiciones.

.....Quizás por todo ello Greta hacía llamarse La Baronesa. Aunque había quien apuntaba en este título una alusión a su evidente preferencia por el bello sexo. Tenida por bisexual, se le conocían numerosos y continuos affaires tanto con hombres como con mujeres, bien fuese por turno o a la vez. Las orgías llevadas a cabo en Villa Arcadia se hicieron célebres; quizás más célebres y morbosas de lo que en realidad demandaba lo que allí sucediera. Porque lo único cierto, relatado por los proveedores de la maison, era que en estas fiestas se comía y bebía lo más exclusivo: manjares, vinos y licores traídos desde cualquier punto del planeta. La espléndida bodega, que se extendía por diversas galerías de los sótanos de la Villa encaramada en lo alto de un boscoso cerro, era reconocida como una de las mejor aprovisionadas de Europa (podría decirse del mundo) por todos los marchantes de vinos y degustadores de los clubs más selectos. Allí dormían el sueño plácido del espíritu del sol y la llama los mejores Burdeos y Borgoñas, los más nobles Alsacias, los Nebbiolos más ensoñadores, las malvasías más delicadas, los más densos y licorosos Sauternes y Tockay, los más raros vinos del Rhin, allí donde la Riesling y la Gewurztraminer alcanzan toda su plenitud en comunión con el hielo, los mágicos Ribera del Duero y los concentrados Prioratos, y, cómo no, una envidiable colección de los más refinados —y caros— Champagnes, entre ellos los insuperables Clos de Krug (d'Ambonnay y du Mesnil).

.....Orquestinas de cámara animaban las veladas que transcurrían en ocasiones a lo largo de todo un largo fin de semana. Eran músicos con un alto grado de virtuosismo, pues mientras tocaban tema tras tema permanecían con los ojos vendados. La identidad de quienes acudían a tales bacanales no era secreta, pero sí lo era su comportamiento y actitudes allí dentro. Los lacayos y personal de servicio, al ser contratados, firmaban un acuerdo de confidencialidad que les obligaba a no comentar nada de lo que sucedía en la maison y jardines anexos. Por lo que los invitados actuaban con entera libertad a pesar de la presencia de los fámulos, pues éstos no tenían una condición distinta de la de serviciales estatuas vivientes. De lejos sólo era posible ver, por las noches, los grandes ventanales iluminados, unos velados por cortinas de encaje y otros policromados como si de las vidrieras de una catedral se tratase. Las altas tapias de piedra coronadas por cables electrificados que sellaban el recinto de diez hectáreas que ocupaba la finca, y las cámaras de videovigilancia instaladas cada veinticinco metros en las pilastras que dividían los paños de tapia, celaban la privacidad las veinticuatro horas del día.

.....Gustaba Greta vestirse a la moda de los años veinte, aquellos Locos Veinte que según ella eran el epítome de la despreocupación y la nonchalance consecuentes a un deseo exacerbado de vivir y disfrutar de todo lo placentero, incluido, claro está, el sexo. Se hacía adaptar, no obstante, los modelitos de su vestuario, boas inclusive, a los tiempos modernos, dándoles un ligero toque casual que evitaba la impresión de ridículo, o de intempestivo, que de otra forma hubiese causado. Amaba las transparencias —poseía un cuerpo Greta para podérselo permitir—, y allí cuando podía dejaba entrever partes de su anatomía no sólo sugerentes sino directamente excitantes. Formas rotundas, turgencia en estado puro, sensualidad felina, voluptuosidad irresistible, serían expresiones que no alcanzarían a transmitir lo que el cuerpo de Greta, ya estático ya en movimiento, expresaba. Era el suyo uno de esos cuerpos cenitales en los que la naturaleza parece haber logrado una de sus más excelsas obras maestras. Un cuerpo para gozar y gozarse, para disfrutar disfrutándose, y de ello Greta era no sólo consciente sino fervorosa practicante. Se regocijaba sintiendo en su anatomía todas las miradas, podría decirse que las experimentaba como verdaderas caricias, a las que respondía no con descaro sino con seguridad, como una Venus acostumbrada a hacer ostentación de su impresionante belleza sin recurrir a la soberbia, el engreimiento o la fatuidad. Gustaba de gustar, y lo agradecía mostrándose elegante y naturalmente provocadora.

.....Imbuida de cierto grado de sofisticación por mor de una estética sentida, buscada y recreada —Greta manejaba tan bien los pinceles sobre el lienzo, como sus dedos sobre el cuerpo en el ars amatoria—, era la suya una sofisticación tan connatural como la de una pantera negra o una mantis religiosa. Su sonrisa, sus gestos y ademanes, su mirada, estaban dotados de una gran carga erótica, quizás no pretendida (en absoluto forzada o interesada), pero sí aceptada y desplegada con satisfacción. Segura como una araña ante su tela, desplegaba sus muchos encantos como si de una viscosa trampa se tratase. Ella sólo debía elegir, entre las varias víctimas atrapadas en ella, aquellas que más colmaran su gusto; y no eran pocos los que, desairados, hubieran preferido ser directa y realmente devorados por aquella deseable boca que no dejados de lado.

.....Según el color del día, su pelo podía ser rubio, castaño o moreno; y sus ojos, verdiazules, gris-azulados o castaños claros. Poseía una increíble facultad para mimetizarse tanto con el entorno en que se moviese como, sobre todo, en relación a las compañías de que se rodeara en cada momento. Tan pronto llevaba el pelo largo y suelto, como media melena recortada, elegante moño o coleta trenzada cubierta con redecilla, corte corto a lo garçon o desenfadado peinado de mechas multicolores. Sólo permanecía inmutable en ella su personalidad voluptuosa y arrolladora. Según fuese su humor podía cambiarse varias veces al día de atuendo, pero, como ya apunté anteriormente, siempre éste mostraba, en detalles o casi en su totalidad, el estilo y glamour de los años veinte del siglo XX. No era extraño verla con diademas de tejidos naturales, lisas o bordadas con hilos de oro o plata, en las que en ocasiones prendía joyas auténticas (odiaba la bisutería, como odiaba todo lo que no fuese auténtico en su vida), largos collares de perlas del Mar del Japón, o de cuentas de azabache y marfil, y fumando cigarrettes engastados en largas y artísticas boquillas, de las que tenía una estimable colección. No solía utilizar ropa interior, y, cuando lo hacía, se limitaba a sugerentes bragas de raso; jamás utilizó sujetador (la turgencia y el proporcionado tamaño de sus pechos no lo necesitaba). Dormía inexcusablemente desnuda, arropada con ligeras sábanas de seda cruda en verano y edredones de plumón de ánade en invierno.

.....Su metabolismo basal era alto, lo que hacía que su piel se presentara siempre cálida; cálida y aromática. Uno se acercaba a ella y era como arrimarse a un acogedor hogar cebado con cisco de sándalo. A pesar de ello su epidermis no mostraba el lógico matiz sonrosado que cabría suponer a su temperatura. Sólo en las ocasiones en que se enfurecía, o, por el contrario, cuando se entregaba a los juegos eróticos —cosa que hacía asiduamente— parecía arder su piel en profusas llamaradas de un bello y excitante rosa encendido. Los extremos se tocan, repetía ella cuando se le hacía notar la opuesta relación de emociones que causaban el mismo efecto cromático en su cuerpo. Los causantes de su enfurecimiento recibían, por tanto, junto a la ira o el desprecio de Greta, una regalada dosis de excitación que les provocaba emociones encontradas y la perplejidad más absoluta. Mas no se crea que era fácil enfurecerla (vano hubiera sido pretenderlo intencionadamente). Poseía la suficiente perspicacia como para detectar las estratagemas, y la suficiente inteligencia como para no ofenderse sin motivo real. El gesto habitual de su rostro era el de una leve sonrisa subrayada por sus brillantes, vivos y dolorosamente bellos ojos (y preciso lo de "dolorosamente" porque era tal su encanto que podía llegar a hacerse insoportable).

.....Su fama la precedía, por ello no pude dejar de sentir un íntimo estremecimiento cuando me la presentaron en el Museo del Erotismo de París, en Pigalle. Estremecimiento que no sería sino el preámbulo de otros muchos, sentidos en las más diversas y placenteras circunstancias. Mi destino estaba a punto de cambiar y yo lo sabía, lo vi escrito en aquellos ojos que más que los de Medusa robaban el alma a sus víctimas.

(continuará)



GALERÍA



Gerda Wegener
1885-1940

.....En las notas biográficas de la pintora danesa Gerda Wegener se repite hasta la saciedad lo increíble y excepcional de su vida, una vida marcada por la libertad sin barreras y la tragedia jubilosa. Marcada, así mismo, por la transgresión como consecuencia inevitable de ese su deseo de vivir libérrimamente. Ubicada temporalmente en la esquina del siglo XIX con el XX, región donde convivieron un puritanismo exacerbado con un ansia irreprimible de vivir sin ataduras y sin encorsetamientos, en lo artístico es el momento en que tras la brecha abierta por el romanticismo penetró el impresionismo y el simbolismo, y, tras ellos, se colaron en la vieja Europa nuevos y rupturistas movimientos que acababan con siglos de evolución academicista, sujeta a reglas y cánones ya agotados que coartaban los nuevos aires de creatividad que surgían por todas partes (Alemania, Francia, Inglaterra, Italia).

Einar Wegener (Lili Elbe)
.....Gerda Wegner es un producto de esta efervescencia creativa y de esta reacción antipuritana. Originaria de un país donde el cristianismo, en su versión luterana y calvinista, gobernaba las costumbres, ella se rebeló y decidió partir, junto a su esposo Einar, hacia allí donde se respiraba el aire más fresco (social y artísticamente hablando): París. En París se desarrolló toda su carrera artística con su marido convertido en su mejor modelo. Inútil e improcedente sería deslindar la vida privada de Gerda de su vida artística, tan profundamente imbricadas están. Einar, el hombre que quiso ser mujer muriendo en el intento, poseía una naturaleza ambigua, patentemente femenina en su actitud y sentimientos y masculina en lo anatómico. Fue precisamente su intención de transformar lo anatómico para que se correspondiera con lo psíquico lo que al final daría al traste con su anhelo. Tras la última de las tres operaciones para cambiar de sexo, en la que se pretendía implantar un útero fértil, Einar encontraría la muerte en su camino hacia la libertad y la identidad, transformada ya en Lili Elbe.
.....Gerda se casaría con un oficial italiano, inducida por el propio Einar en vida, tras ser anulado su matrimonio por el rey danés.

.....El erotismo y la ambigüedad sexual, o, mejor, la bisexualidad, están presentes en toda la obra de Gerda Wegener, tanto la meramente pictórica, en retratos y escenas de género, como en su faceta como ilustradora en las revistas más prestigiosas del ramo: La Vie Parisienne, Fantasio, Le Sourire, La Baionnette o Vogue.  Sería, no obstante, su colección de acuarelas para los Douze Sonnets Lascifs, del poeta Alexandre de Vérinau, la parte de su obra más reconocida; en ellas su marido Einar figura como modelo, y en ellas se expresa sin tapujos su naturaleza bisexual, o decididamente lesbiana. Hay que recordar que estamos en 1925, en plena Belle Epoque, Gerda cuenta cuarenta años y su vida en París es de todo menos convencional. La Capital del Vicio y la Joie de Vivre (como fue apodada ya entonces) recibió sin inmutarse una tal muestra de procacidad amoral (¿es necesario recordar que pese al momento y el lugar se trataba de "una mujer", por más que artista?), acogiendo la audacia artística de Gerda con absoluta "normalidad" (en lo que cabe para una ciudad en que lo amoral era la norma artística).

.....El estilo de Gerda sigue el espíritu de la época, embebido de Art Déco, expresionismo, futurismo y cierto matiz naif que impregnaron sus ilustraciones.
.....Aquí, seguidamente, se adjuntará una buena selección de sus obras, incluidas las doce acuarelas de Les Délassements d'Eros (nombre que recibió la colección) que acompañaron la edición de los sonetos de Vérinau. La he distribuido en dos partes: Pintura e Ilustraciones, cuya subdivisión final corresponde a Les Délassements...

PINTURA E ILUSTRACIONES
(Selección)

PINTURA

Gerda Wegener - En sommerdag 1927
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Gerda Wegener - Figuration Feminine
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Gerda Wegener - Lili med veninde
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Gerda Wegener - Portrait of Woman smoking
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Gerda Wegener - Summer
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Gerda Wegener - Sur la route d'Anacapri, 1922
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Gerda Wegener - The Dancer
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Gerda Wegener - Zeus et Leda
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Gerda Wegener, A Portrait Of Ingeborg Minni Helvard
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Gerda Wegener, Air de Capri
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Gerda Wegener, Cafe Scene
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Gerda Wegener, Cat
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Gerda Wegener, Femme à la rose
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Gerda Wegener, Femme à la rose
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Gerda Wegener, Femmes à la Rose
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Gerda Wegener, Femmes à la Rose
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Gerda Wegener, La belle aux bas et escarpins rouge
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Gerda Wegener, La Siesta
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Gerda Wegener, La Sophistiquette
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Gerda Wegener, Lady in front of a mirror
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Gerda Wegener, Le deux amies, Capri
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Gerda Wegener, Les amants
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Gerda Wegener, Le deshabillé
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Gerda Wegener, Lili Elbe
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Gerda Wegener, The Aperitif
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Gerda Wegener, Lili Elbe
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Gerda Wegener, Lili Elbe (detail)
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Gerda Wegener, Lili Elbe nue d'arrière
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Gerda Wegener, Lili med fjerkost
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Gerda Wegener, Lili
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Gerda Wegener, Portraet af Lillian Laurizen
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Gerda Wegener, Portrait of a lady
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Gerda Wegener, Portrait of Eva Heramb,1934
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Gerda Wegener, Portrait of Maggi Baaring
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Gerda Wegener, Primavera (Venus et l'Amour)
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Gerda Wegener, The Clergyman's Daughter
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Gerda Wegener, Three Young Women in Hats
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Gerda Wegener, Ulla Poulsen in the ballet Chopiniana
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Gerda Wegener, Ulla Poulsen in the ballet Chopiniana
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Gerda_Wegener, Madonna and child with angels making music
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ILUSTRACIONES
(La Vie Parisienne, Fantasio, Le Sourire, La Baionnette)

Gerda Wegener - mythology kingdom of neptune mermaid siren
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Gerda Wegener - Attractive-girls,18th century costumes roaring twenties
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Gerda Wegener - Le Sourire
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Gerda Wegener - Sur le tapis vert sexy girl nude dancer
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Gerda Wegener - Sexy girl nude decorative arts bedroom
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Gerda Wegener - Jeux d'eaux
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Gerda Wegener - Le triomphe de la mode venus rue de la paix
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Gerda Wegener - La Guerre Rue Paix
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Gerda Wegener, La Baionette
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Gerda Wegener, Au Louvre toilettes d'ete 18 Mai et jours suivante
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Gerda Wegener, Flower
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Gerda Wegener - Costumes Parisiens
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Gerda Wegener - Costumes Parisiens 2
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Gerda Wegener - Journal Des Dames et Des Modes
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Gerda Wegener - Robe à Retroussis
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Gerda Wegener - Saut de Lit
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Gerda Wegener - Doña Juana Rêvait à des Rêves Felins
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Gerda Wegener - La Baionette
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Gerda Wegener - La Baionette 2
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Gerda Wegener - La Baionette 3
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Gerda Wegener - Lady seated with cat
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Gerda Wegener - Le Retour de Vespasien
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Gerda Wegener - L'envie
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Gerda Wegener - Le Sourire
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Gerda Wegener - Leda
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Gerda Wegener - Lover 18th century costumes gondola
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Gerda Wegener - La Vie Parisienne
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Gerda Wegener - La Vie Parisienne
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Gerda Wegener - Masquerade ball pierrot topless
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Gerda Wegener - Masquerade
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Gerda Wegener - Nude Mythology Centaur
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Gerda Wegener - Portrait par un Peintre très à la Mode
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Gerda Wegener - Priere pour pauvres poilus women on christmas sleigh
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Gerda Wegener - Romeo and Julieta
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Gerda Wegener - Sexy girl art deco style
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Gerda Wegener - Sur Tallons Rouges (La Mort du Marquis), 1929
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Gerda Wegener - Temptation
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Gerda Wegener - Venus
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Gerda Wegener, le baisse mains
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Gerda Wegener, trois âges
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Gerda Wegener, Á la plage
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Gerda Wegener, In the Orchard Windfall apples daughter leisure book
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Gerda Wegener, La Baïonnette, la véritable cause de la Crise du Papier
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Gerda Wegener, La Baïonnette, n°191 du 27 Février 1919
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Gerda Wegener, Les percheurs de lune
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Gerda Wegener, Sirens
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Gerda Wegener, sunflowers
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Gerda Wegener, Three Ladies
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LES DÉLASSEMENTS D'EROS

Gerda Wegener - Les Dèlassementes d'Eros, Couverture du livre
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 1
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 1 (variante)
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 2
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 3
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 4
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 5
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 5 (variante)
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 6
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 7
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 8
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 8 (variante)
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 9
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 9 (variante)
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 10
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 10 (variante)
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 11
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Gerda Wegener - Les Délassements d'Eros, Plate 12
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