domingo, 4 de noviembre de 2012

El Erotismo en el Rococó (II) - GALERÍA: François Boucher (2)





2.
El Erotismo en el Rococó. François Boucher
...Es la aparición de un arte definitivamente liberado de los lastres religiosos, un arte hecho para los salones galantes, quien se hará eco de esta transformación social. Nacido en el país de la joie de vivre, el Rococó es la respuesta jubilosa a un tiempo de penitencia; es el producto, el fruto de los amores lícitos habidos, en un ménage à trois, entre el desarrollo de la conciencia científica del hombre, su desarrollo filosófico ad hoc y la recuperación de un lugar central en la existencia que, lo llevaría a considerar el cuerpo no como algo impuro sino como sede indisoluble de un alma trascendente. Esta trascendencia del alma en el cuerpo es la que provocó la derivación del simplista sexo en sofisticado erotismo (algo que quizá estuvo presente en esos periodos refinados antes citado, pero más de forma circunstancial que como una inercia general). Y el rococó nos lo muestra, con su idealización de la materia (no solo el cuerpo en desnudo esplendoroso, sino los paisajes y atmósferas); mas una idealización trascendente, no ya dramática como en el barroco (durante ésta época --el barroco-- se produce, en la pintura y escultura, el mayor florecimiento de obras y temas religiosos de toda la historia del arte), sino frívola, despreocupada y vividora. Las líneas y las superficies se suavizan, se hacen más amables que en el barroco; la complejidad composicional, siendo aún más florida y trabajada, más ornamentada que el estilo precedente, se vuelve menos violenta, menos tortuosa. Los cuerpos fluyen como serenos cauces fluviales en su curso medio, o se tienden como apacibles estanques poblados de anémonas y lotos, no son ya cursos torrenciales o mares crespos (lo serán otra vez, después, en el siglo XIX, con el romanticismo, pero con otro sentido diferente al que tuvieran en el barroco, un sentido más emocional). La curvas se suavizan pues, las superficies de los cuerpos se difuminan en los bruñidos blancos rosáceos de una carne victoriosa nacida para el placer y la contemplación complacida y complaciente. Puede resultar paradójico que en la época de las Luces los motivos pictóricos galantes sean los propios de las mitologías, las alegorías, lo oriental; lo pastoril y campestre, lo costumbrista, choca menos; en todos los casos, son temas que muestran la cara amable de la vida, su gozo, su esplendor; se huye de la tragedia; los temas religiosos escasean o muestran los episodios menos cruentos (una ausencia casi total de la pasión en los cuadros).

Movimiento efímero, con carácter de fogonazo (apenas 20 o 30 años), la influencia estilística sería patente en el romanticismo y en el academicismo (Bouguereau) y neoclasicismo posteriores, pero también en movimientos más evolucionados como el simbolismo. Quizá sea el Rococó el movimiento más superficial --por epidérmico--, el menos comprometido a la hora de expresar la contradicción del ser humano que el arte busca, pero, por lo mismo, necesario para un periodo de recuperación de la salud perdida. Un periodo de convalecencia, en el que se deben --y desean-- recuperar fuerzas, que se biengastarán alegremente, de forma natural. Es el Rococó el estilo de la alegría de vivir, ajeno a los infiernos y purgatorios tan caros a los excesos del Barroco. De haber algún exceso en el Rococó ese será el del almíbar, el de la calma chicha que no sean batallas de amor. Desde este punto de vista, es el menos noticiable de los movimientos expresivos: en sus temas nunca pasa nada malo, salvo una sempiterna crónica de lo edénico que la existencia procura. Quizás eso es lo que puede causar incomodidad: la ausencia de sucesos desagradables.
Tras el exceso --del barroco--, llega la calma. Hasta en los casos más controvertidos (Hefestos sorprendiendo a Marte con Venus (en la cama), de François Boucher que aquí se exhibe) la impresión de lo expresado se centra más en la dicha de los amantes sorprendidos que en el bochorno o la ira del burlado --Marte, acaso, muestra más su contrariedad por la indiscreción del esposo de la bella, que por su infidelidad; el cuadro está tratado con tal delicadeza de detalles que se descarta toda opción a la violencia: la atención toda se enfoca en el esplendoroso cuerpo dichosamente abandonado, y entrelazado, de Venus al del dios de la Guerra, Hefestos (Vulcano), aquí representa el papel del espectador (voyeur) que contempla a la pareja de amantes (casi, hasta es posible delatar en su cara algo de envidia). Los engaños son inocentes. El Rapto de Europa por parte de un bovino Zeus (también de François Boucher, presente aquí en sus dos versiones), se realiza en olor de multitudes que celebran el rapto como si de unos desposorios se tratase; la fuerza del toro sometida (su lomo trono) a la belleza de la mujer fenicia que daría nombre al continente. Todo es un himno a la vida, a la alegría, a cuanto de bueno o bello ofrece la existencia al hombre --y a los dioses.

No es gratuita, a mi entender, la concatenación de circunstancias que abocaron al nacimiento de este estilo (Rococó). Gusta la vida de las sincronicidades: semejantes manifestaciones que se dan a un mismo tiempo en lugares remotos, sin relación entre ellos (culturas egipcias y aztecas o mayas). Ha pasado muchas veces a lo largo de la historia, como si la onda expansiva del latido de la vida, en un momento determinado, al propagarse y alcanzar distintas partes del mundo dejara en ellas la impronta de su instante. Un Rey en exceso abocado al placer de la carne, una corte que lo alienta y promociona (Nobleza con ganas de sacudirse el muermo, admitido sistema de "favoritas", conciencia relajada), una Iglesia --laxa-- que lo permite --o mira para otro lado--, una deriva social que derriba tabúes, cuestiona religiones y recobra el cuerpo para el placer, unas figuras señeras que sienten, entienden y lideran estos cambios (los ilustrados). Todo confluye en un momento dado. Las figuras son importantes, determinantes; siempre lo son.
En la Corte de Luis XV (garañón donde los haya) una figura como la de Madame de Pompadour (la leyenda negra dice --la suya-- de ella que era frígida --¡menos mal!) es decisiva e imprescindible. Su no pertenencia a la aristocracia hacía de ella un bicho raro entre el círculo cercano al Rey, pero se ganó su puesto. Jeanne-Antoinette Poisson era una mujer inteligente, culta y distinguida, descendiente de la alta burguesía financiera, pero no de extracción noble (Nobleza que obtendría, bien sûr, del Rey, por los servicios prestados, al elevarla a la categoría de Par de Francia y concederle el Ducado-Marquesado de Pompadour y el Marquesado de Menars). Fue tal su inteligencia que pasó sin solución de continuidad del puesto de favorita durante seis años (muy frígida no debía ser, por tanto) al de consejera hasta que murió; teniendo en cuenta que comenzó su función cortesana a los 23 años y que murió, prematuramente, a los 42, eso nos arroja la cifra de veinte años ejerciendo de favorita, sin caer en desgracia en ningún momento. Simplemente cambió de función: pasó de la cama al gabinete, de maîtresse a conseillière. Eso sí, entre sus funciones se arrogó la de madame proveedora de ninfas para Monseigneur (que no supusieran un peligro para su estatus; es decir, de encantos físicos exuberantes pero no excesivamente dotadas de inteligencia). Ella, mientras tanto se dedicó a lo que más deseaba: al mecenazgo, al arte, a la cultura. Promovió, alentó y financió l'Enciclopédie de les monsieurs Diderot et d'Alembert; acogió, protegió y matrocinó artistas (François Boucher), dio auge a la después celebérrima fábrica de porcelanas de Sèvres, hizo construir Le Petit Trianon, supervisó las obras de la Place de la Concorde. En fin, prototipo de mujer ilustrada bajo cuya tutela y protección, en sus salones, además de llevarse a cabo el más gozoso culto al cuerpo y sus distintas sensibilidades, se desarrollaba una efervescente vida cultural.

François Boucher es el pintor prototipo, junto a Wataud y Fragonard, del estilo galante por antonomasia. Protegido de Mme. de Pompadour --de la que realizó diversos retratos, todos ellos decorosamente vestida--, y declarado pintor del rey, desarrolló una larga carrera en la Corte haciendo las delicias de una nobleza que demandaba precisamente lo que él podía darles: bellos cuadros que admirar y con los que estimular las buenas sensaciones (vibraciones, diríamos hoy). Incluso coqueteó con un erotismo subido de tono, al presentar situaciones, posturas y modelos, con una gran carga erótica (el retrato que encabeza este post es una buena muestra, Reclining Girl, que representa a una de las amantes del Rey, Louise O'Murphy; o el de Odalisque Brune --cuyo culo, dice la leyenda negra, es el de Mme de Pompadour, extremo al que no doy en absoluto fe; o el más explícito aún de Leda et Le Cigne). Muchos de los cuadros realizados por Boucher lo fueron en formato pequeño, para exhibirse en los salones privés, y otros tantos eran encargos de personalidades de la Corte, el gobierno o las finanzas (a modo en que los grabadores-pintores japoneses de la era Tokugawa realizarían, con temas eróticos, para miembros de las altas esferas). Pintor dotado, excelente dibujante, ganador del prestigioso Premio de Roma que concedía l'Académie des Beaux Arts de France anualmente a sus mejores alumnos, es el exponente más prolífico de este movimiento que, ajeno a los avatares menos amables de una sociedad en franca decadencia, no dejaba entrever la revolución que se avecinaba; aunque, en cierto modo, quizá fuera, a su manera, un heraldo de una nueva era que reclamaría la independencia del ser humano de las tutelas teocráticas, un ser humano emnacipado, dueño de sí y de su cuerpo, capaz de buscar, hallar y expresar el lado más positivo de la existencia.

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Madame de Pompadour
(Un autre petit romance)

Bella, culta y refinada,
más pomposa que el champú,
en la Corte medra, ufana,
la Madame de Pompadour.
Maîtresse del Rey de Francia
(favorita, en andaluz),
en su inteligencia tiene
su más excelsa virtud.
Sus encantos (y fortuna),
que exceden de lo común,
compensan sobradamente
la ausencia de sangre azul;
mas el Soberano amante,
siguiendo su real albur,
con título de marquesa,
la introduce al noble club.
Si en los salones cautiva
revestida de tisú,
en las alcobas seduce
velada con leve tul.
Si en público es delicada
como una esponjosa mousse,
en la intimidad se muestra
dulce como un petit-choux.
Luis, el Quince, la idolatra
tal que a diosa del azur,
y ella se ahueca y se atiesa
como blonda de tutú.
Complaciendo a Monseigneur,
la selecta multitud
de lustrosos cortesanos
a Madame le dan betún,
a lo que ella corresponde,
en señal de gratitud,
seductora y confortante,
cual bálsamo del Perú;
más mano tiene la bella
en el áulico ambigú
que en una timba de sandios
el más avieso tahúr.
Los más eximios artistas
buscan su solicitud,
como acuden las polillas
al reclamo de la luz;
mecenas de ardiente aliento
--y enemiga de tabús--
en su entorno el arte brota,
libertino, en plenitud.
Mas la muerte, tan celosa
(o tan piadosa, según),
al comienzo de su otoño
de sus flores fue segur.

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GALERÍA



François Boucher 
(1703-1770)

(2) 1751-1770
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Venus Consoling Love (1751) (1)
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Venus Consoling Love (1751) (2)
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Cupid disarmed  (1751)
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La Toilette de Venus (1751) (1)
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La Toilette de Venus (1751) (2)
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Reclining Girl (Louise O'Murphy) (1751) (v 1: Wallraf Richard Museum, Köln)
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Reclining Girl (Louise O'Murphy) (1752) (v 2: Alte Pinakothek, Munich) - 1
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Reclining Girl  (1752) (v 2: Alte Pikanothek, Munich) - 2
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Paysages

 
La Noria (1751) - Le Pont (1751)
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The Setting of the Sun (1752)
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The Setting of the Sun (1752)
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The Rising of the Sun (1753)
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Cupidon Captif (1754) (1)
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Cupidon Captif (1754) (2)
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The Judgement of Paris (1754)
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The Visit of Venus to Vulcan (1754) (1)
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Mars and Venus (1754)
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Mars and Venus surprised by Vulcan (detail) (1754)
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Mars and Venus surprised by Vulcan (detail) (1754)
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The Sleep of Venus (1754)
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Venus Sleeping
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Jupiter in the Guise of Diana and the Nymph Callisto (1755)
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Vulcan presenting Arms to Venus for Aeneas (1756)
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Vertumnus and Pomona (study) (1757)
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Lovers in a Park (1758)
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Jupiter et Callisto (1759)
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Pan and Syrinx (1759)
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Madame La Marquise de Pompadour


Madame de Pompadour (1750)
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Madame de Pompadour (1756)
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Madame de Pompadour (1758)
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Madame de Pompadour (1759)
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Madame de Pompadour (1760)
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Portrait of the Artist's Daughter (1760)
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Portrait of the Artist's Daughter (1760)
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 Young Woman Sleeping (1760)
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Young Woman Sleeping (1760)
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Geniuses of Arts (1761)
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Shepherd and Shepherdess reposing (1761)
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Venus and Puttis (1761)
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Venus Restraining Cupid (1762)
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Vertumne et Pomone (1763)
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 Angelica and Medoro
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Angelica and Medoro
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Allegory of the Music (1764)
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Cephale et l'Aurore (1764)
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Madame Bergeret (1766)
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Mercury confiding the Infant Bacchus to the Nymphs (1769)
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Juno Asking Aeolus to Release te Winds (1769)
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Borée abducting Orithye (1769)
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Venus and Vulcane Forge (1769)
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Autumn
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Les confidences pastorales 
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Conversation
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Pastoral
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Pastoral Scene (Chicago)
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Young Woman with a Bouquet of Flowers
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Young Woman with Flowres in Her Hair
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Venus retenant Cupidon (1762)
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Toilette de Venus (sd)
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Triumph de Venus (sd)
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Venus and Cupid
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Venus and Cupid
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Clio
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Seated Nymph with Flutes
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Conspiration de Putti
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Jupiter, in the guise of Diana, and Callisto
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Cupids, Allegory of Painting
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Allegory of Painting (2)
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Allegory of Music
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Leda and the Swan
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APÉNDICE MUSICAL



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